domingo, 29 de junio de 2025

La Tierra como campo de entrenamiento no humano


La hipótesis explica la diversidad de relatos como fases de entrenamiento de agentes en la Tierra. El “elemento absurdo” deja de ser incoherencia y se convierte en la firma de un protocolo sofisticado.


El testigo ya no es el protagonista

Antes de ser acribillado por quienes pudieran sentirse ofendidos, diré para tranquilidad de los ufólogos clásicos que yo también creo, como ellos, que “el testigo lo es todo”, ya que sin su testimonio no habría nada para discutir. Lo que hace esta hipótesis es simplemente correr al testigo de su protagonismo antropocéntrico, lo cual nos permite examinar su testimonio con mayor objetividad.


Una hipótesis que invierte los roles

Esta hipótesis propone que la Tierra es un campo de entrenamiento para agentes -principalmente no humanos- y que este entrenamiento puede seguirse a través de las distintas etapas de la historia y del fenómeno. Los agentes no buscan el contacto: lo utilizan. El testigo no es el “contactado”, ni el “elegido”, es una variable de entorno útil para el entrenamiento. Si el testigo es monitoreado antes del encuentro, como sugiere la casuística, no es por un interés especial en él, sino porque sus características serán útiles para el entrenamiento de un agente en particular.


¿Fantasía o una herramienta lógica?

A primera vista, la hipótesis puede parecer gratuita o fantasiosa, sin sustento real. Sin embargo, surge como consecuencia lógica de los casos cuando aplicamos el intercambio de roles. Necesita sólo tres elementos para funcionar: el testigo, el agente y el evaluador. Pero la economía de recursos no es su única virtud. Asombrosamente, muchos de los elementos “absurdos” tan comunes en los testimonios dejan de serlo y se vuelven lógicos y comprensibles. 


Dos casos sudamericanos ponen la hipótesis a prueba 

Para entender mejor de qué hablamos veremos dos casos contemporáneos, ambos sudamericanos, que presentan detalles “absurdos” o incomprensibles y luego los analizaremos desde esta nueva óptica. Ambos casos han sido bien investigados y narrados por los propios testigos.


Valeriano Verdugo: evaluación en una ruta solitaria

 El primer caso es el de Valeriano Verdugo, camionero que en viaje por una ruta solitaria recoge a un extraño autoestopista. Aunque su vestimenta y comportamiento parecen un poco estrafalarios -lleva sombrero de paja, guantes y valija en medio de una ruta donde no hay nada, no pestañea y sólo responde lo que quiere- parece un hombre educado y, sin duda alguna conoce bien el terreno, ya que menciona detalles del lugar que, como apunta Valeriano, eran poco conocidos en aquella época incluso para gente familiarizada con la zona. Apenas sube el extraño, tres ovnis aparecen a un lado de la ruta y comienzan a seguir al camión. La esposa del camionero pregunta qué es aquello y Valeriano, para tranquilizarla, miente que son las luces de una ruta cercana. Astutamente, le pregunta al extraño qué opina sobre los ovnis, pero este no solo evade el tema sino que empieza a adivinar lo que el camionero está pensando y lo convierte en tema de conversación. La situación se vuelve tensa hasta que el extraño pide bajar junto a un guardaganado, en medio de la nada. Los ovnis desaparecen, curiosamente, cuando baja el extraño. Unos kilómetros adelante Valeriano decide hacer una parada, pero cuando lo hace y ve a los tres ovnis perderse en la distancia, regresa al camión de inmediato y sigue viaje.

No tan absurdo 

Los elementos absurdos son evidentes..El extraño ¿por qué lee los pensamientos de Valeriano y se lo hace saber? Ya había adivinado el kilaje exacto de la carga que llevaba el camión, sin que nadie le dijese que había carga. Si como se desprende del relato el extraño tenía tres ovnis a su disposición, ¿qué sentido tenía hacer dedo a un camión en una ruta desolada? 

La respuesta es simple desde nuestra hipótesis. El testigo no es el objeto de la experiencia, sino el extraño, que está siendo evaluado en sus capacidades de control mental, telepatía y desenvolvimiento en un escenario de relativa dificultad. Este agente -que puede ser no humano, humano con habilidades especiales (como parece ser el caso), alienígena, robótico, etcétera-, está siendo evaluado y sus evaluadores, representados por los ovnis que monitorean la prueba, son plenamente visibles, probablemente no para asustar al testigo, sino como presión adicional para el agente. La primera prueba será lograr que el camionero lo suba, pese a su vestimenta estrafalaria y la falta de espacio en el camión, ya que aquella noche Valeriano viajaba, excepcionalmente, con su mujer y su hijo. Esta fase de la prueba fue un éxito y la declaración de Valeriano lo confirma: “Algo más fuerte que yo me hizo parar ”. El agente no lee la mente del camionero y se lo hace saber para alardear ni intimidarlo: lo hace para sus evaluadores.


Paúl Parada: evaluación durante un incendio forestal 

Transcribo una versión abreviada de la nota npublicada por Unitel en 2022:

“Yo formo parte de un grupo de operaciones especiales: Funsar. Soy médico, mi especialidad es emergencias y estoy formado en búsqueda y rescate. Soy bombero voluntario”, relató Paúl en una entrevista con el periodista Yohanan Díaz y otros analistas.

Paúl señala que una noche de septiembre de 2019 se encontraba de guardia en una posta médica improvisada cuando vio a “un gringo en medio de la nada”.

El médico recordó que durante los días del incendio llegaron al lugar personas de diferentes lugares de Europa y Estados Unidos para ayudar a combatir el fuego, por lo que no se extrañó al ver a una persona extranjera.

“El tipo venía caminando, tenía una manta encima porque esa noche hacía demasiado frío”. El hombre se acercó a Paúl y  le dijo que necesitaba ayuda, por lo que ingresaron a la posta médica.

“Él tenía un traje azul de una sola pieza, con líneas plateadas; rayas y puntos, como con un código morse. Pensé  que era un traje especial para combatir el fuego.

“Todo normal hasta que se comienza a sacar el traje, que era como un elástico. Vi que tenía una herida bastante profunda en el antebrazo.

El doctor preguntó al extraño qué había sucedido. “Él mentalmente o telepáticamente me dice: ‘Una cría de puma’”. Paúl al principio creyó que era su imaginación.

“Pero en ese instante el tipo me pone la mano sobre el hombro y nuevamente, telepáticamente, me dice ‘Tranquilo. Todo está bien, tranquilo’”. Paúl sintió mucho temor y decidió dejar su mente en blanco temiendo que su mente fuera a ser leída.

En ese momento, por la mente de Paúl pasaron muchas cosas incluso la posibilidad de que ese encuentro terminara en tragedia, dejando huérfana a su hija, quien tenía un mes de nacida.

Paúl comenzó a suturar la herida, en medio del temor y pensando en terminar rápido. Sin embargo, el trabajo duró 40 minutos.

Tras concluir, Paúl le dijo cómo debía cuidar las suturas y que debía volver para quitar los puntos, como habitualmente hace con otros pacientes.

“Nos paramos y otra vez él me habla en perfecto español y me dice ‘Me siento débil. No te asustes por lo que vas a ver’. 

Paúl abrió la puerta y a unos doscientos metros divisó, bajo un árbol, dos seres parecidos al clásico alienígena gris, pero de “color verde pálido” y “la cabeza ovalada, aunque no tan gigante”. Ambos vestían el mismo traje azul que el hombre.

“Encima de ellos había una nave, no sé si extraterrestre o qué sería completamente en silencio, no tenía luces, pero se veían claramente unas seis u ocho ventanas”, indicó Paúl y recordó que la luna iluminaba todo.

El médico acompañó al hombre mientras los otros seres se iban acercando y cuando vio que estaban muy cerca, decidió retornar a la posta médica. El ‘gringo’ se despidió levantando el pulgar.


El propio Paúl ha señalado la incongruencia de que este extraño, evidentemente vinculado a una tecnología avanzada que lo viene a recoger, deba buscar asistencia médica en una posta rural. Agreguemos a esto la innecesaria "conversación" telepática cuando se muestra capaz de hablar en un español fluido. Pues bien, lo absurdo deja de serlo cuando cambiamos los roles y el objeto de la experiencia deja de ser el testigo y pasa a ser el extraño, que está siendo evaluado en su capacidad para ejercer un control mental orientado a calmar a un testigo muerto de miedo ante lo desconocido, que debe completar una tarea quirúrgica de cuarenta minutos, tarea que pese a su conmoción completa con éxito.Nuevamente, el testigo no parece haber sido elegido al azar sino porque brinda condiciones ideales para la evaluación del agente: la admirable templanza del médico aún en una situación de máximo estrés lo hacen idóneo para que el evaluado (el gringo alienígena) muestre sus habilidades.

Veamos a continuación como explica esta hipótesis algunos de los capítulos más relevantes de la ufología.


Persecuciones aéreas

En numerosos episodios documentados por militares, como los reportes del Pentágono, el célebre caso del Comandante Fravor (USS Nimitz, 2004), o el épico aterrizaje de Polanco (Argentina, 1985) los objetos parecen no tener intenciones hostiles ni de contacto, sino que ejecutan maniobras evasivas o persecutorias (algunas de ellas imposibles para nuestros pilotos) ante aeronaves que intentan interceptarlos o eludirlos. En esta hipótesis, dichas maniobras pueden ser leídas como parte de entrenamientos en evasión, precisión de vuelo y monitoreo de reacciones humanas. La interacción no busca establecer comunicación, sino practicarla desde el anonimato y el control de variables. Como en cualquier ejercicio militar, los agentes aprenden observando respuestas humanas en situaciones de alerta, sin necesidad de intervenir físicamente.

Desde la ufología clásica, estas persecuciones se interpretan como intentos fallidos de contacto o como evidencia de una amenaza. Pero esta hipótesis ofrece una explicación más coherente: no son fallos, sino ejercicios deliberados.

Estrellamientos en lugares remotos o cerca de bases

El caso Roswell (1947) es paradigmático, pero hay muchos más: en Kecksburg (1965) o en Shag Harbour, Canadá (1967), las caídas de objetos no identificados tienen lugar en zonas controlables o de bajo tránsito. La hipótesis del entrenamiento sugiere que estas "donaciones tecnológicas" o simulacros permiten evaluar reacciones, investigar protocolos de recuperación e incluso introducir elementos para estudiar su impacto cultural. Su ausencia total en grandes urbes refuerza esta idea: no se trata de accidentes, sino de eventos localizados con fines específicos dentro del campo de prueba.

La interpretación clásica apunta a accidentes genuinos o visitas truncas. Pero si fueran accidentes, ¿por qué suceden siempre en zonas de bajo riesgo civil? La hipótesis de entrenamiento lo explica como selección estratégica.

Desactivación y activación de misiles

Los incidentes reportados en bases como Malmstrom (1967) en EE.UU., donde varios misiles nucleares fueron desactivados tras la presencia de ovnis, tienen su contraparte: algunos de estos sistemas fueron activados sin autorización humana. En el marco de esta hipótesis, se trataría de entrenamientos en interferencia tecnológica, protocolos de seguridad y observación de la cadena de mando. El interés de los agentes no es impedir un conflicto humano ni provocarlo, sino medir la resiliencia y capacidad de respuesta de los sistemas humanos ante lo inexplicable y la capacidad de los agentes en un ejercicio de alto riesgo y máxima peligrosidad. Yo diría que el entrenamiento es bueno, ya que hasta ahora la Tierra no voló en mil pedazos. Si, ya sé: lo de Sodoma y Gomorra fue un tanto extremo, pero los entrenadores habrán encontrado razones válidas para hacerlo. La misma clase de razones hipócritas y criminales con las que justificamos Nagasaki e Hiroshima. ¿No éramos tan diferentes, después de todo?

La ufología clásica lo ve como advertencia de paz o disuasión nuclear. Pero ¿por qué las advertencias no son acompañadas de ningún mensaje claro? En cambio, la hipótesis de entrenamiento encaja mejor: se trata de prácticas controladas.

Abducciones intrusivas

Lejos de ser actos de conquista o crueldad, las abducciones podrían ser vistas como entrenamientos en manipulación biológica, control de memoria y lectura emocional. El caso de Betty y Barney Hill (1961), o los múltiples analizados por el Dr. David Jacobs, muestran patrones repetitivos, errores de procedimiento y correcciones posteriores, como si se tratara de prácticas clínicas llevadas a cabo por aprendices o agentes en formación. La reportada torpeza de los aprendices grises podría ser el resultado de un agente dirigiendo remotamente un androide y hay que decir que esta etapa del entrenamiento podría encubrir algún propósito siniestro, desde el punto de vista humano, pero probablemente útil para los evaluadores. El testigo no es un objetivo, sino un instrumento.

La interpretación dominante es la de un interés científico en la especie humana o la hibridación. Pero los errores recurrentes y las pruebas redundantes sugieren más bien un proceso de aprendizaje operativo.

Ámbitos del experimento

Los relatos abarcan escenarios diversos: el lecho submarino (caso de la isla Decepción, Antártida), el espacio exterior (transbordadores seguidos por ovnis) y por supuesto, la superficie terrestre. Esta versatilidad sugiere un programa complejo y prolongado, donde los agentes deben aprender a operar en múltiples medios. En todos los casos, lo central no es lo que el testigo vio, sino lo que el agente ejecutó: una acción bajo observación evaluativa.

La ufología clásica tiende a segmentar estos ámbitos como fenómenos separados (ovnis, OSNIs, etc.). La hipótesis unificadora del entrenamiento explica esa diversidad como un requisito integral de formación.

Evolución histórica del fenómeno

Desde las ruedas ardientes de Ezequiel hasta los foo fighters de la Segunda Guerra Mundial, el fenómeno parece cambiar de forma adaptándose al lenguaje cultural y tecnológico del momento. Esta adaptabilidad no implica fraude, sino protocolo: los entrenamientos se ajustan al entorno simbólico vigente para medir respuestas específicas. La historia del fenómeno es, en realidad, la historia de sus ejercicios de adaptación.

Para la interpretación clásica, esta variabilidad es causa de confusión y escepticismo. Aquí, en cambio, es una clave esencial del método: adaptación como táctica de entrenamiento.

Guerras en el cielo

Las crónicas medievales como la de Núremberg (1561) o Basilea (1566) relatan enfrentamientos entre objetos aéreos, que hoy llamaríamos ovnis. A la luz de esta hipótesis, tales "guerras" serían simulaciones bélicas, entrenamientos de maniobra y combate, observables a distancia por testigos humanos para medir su interpretación, temor o capacidad de relato. El evento no es real en términos humanos, pero lo es en términos evaluativos.

Para muchos ufólogos, estos episodios sugieren conflictos interplanetarios. Pero no hay continuidad ni consecuencias visibles. En cambio, si fueron ejercicios tácticos observados por civiles, todo encaja.

Dioses civilizadores y agentes prehistóricos

Numerosas culturas atribuyen su génesis a entidades descendidas del cielo que enseñaron agricultura, escritura o astronomía. ¿Fueron simples mitos? ¿O agentes en tareas más complejas de modelado cultural como parte de una primera fase del entrenamiento? Desde Quetzalcóatl hasta los Apkallu sumerios, la narrativa de los instructores celestes se repite con patrones sospechosamente estructurados. Quizás en esas épocas los agentes eran más activos en intervención, y menos en simulacro.

La visión tradicional los considera seres divinos, arquetipos o astronautas antiguos. Esta hipótesis, sin negar la intervención, la recontextualiza: eran agentes en misión formativa temprana. Esto también explicaría por qué los dioses civilizadores -en realidad educadores siendo evaluados- se van casi siempre sin despedirse (aunque si lo hacen, al igual que Terminator, prometiendo que volverán) y desaparecen sin dejar rastro cumplida la misión.  


Conclusión: el fenómeno como rutina, no como visita

La hipótesis del campo de entrenamiento permite entender por qué el fenómeno se repite pero nunca se define; por qué parece absurdo, pero no aleatorio; por qué parece cerca, pero siempre inasible. Porque su lógica no es humana, sino pedagógica para otro tipo de inteligencia. El fenómeno ovni, entendido así, deja de ser una visita y se convierte en una rutina. Deja de ser un mensaje para nosotros y pasa a ser una clase práctica para ellos.

El testigo, entonces, no es víctima ni elegido, sino asistente involuntario en una escuela sin pizarras, donde lo que se enseña no es lo que creemos, y lo que se aprende no es lo que queremos saber.

Lejos de contradecir a los grandes nombres del pensamiento heterodoxo, esta hipótesis dialoga con ellos. Charles Fort ya se preguntaba si “somos propiedad de alguien”; John Keel propuso la idea de inteligencias que operan detrás de máscaras cambiantes; Jacques Vallée habló de un sistema de control simbólico; Salvador Freixedo y Caravaca intuyeron lo teatral y el absurdo como parte constitutiva del fenómeno. Esta propuesta no los niega, los amplifica: lo teatral tiene un propósito, lo absurdo tiene un método. El entrenamiento no excluye la manipulación simbólica, la requiere.La diferencia es que aquí esa teatralidad tiene una función: entrenar, y no simplemente confundir o impactar.

Finalmente, ¿creo yo en mí propia hipótesis? No demasiado. Pero me satisface que su coherencia, aunque sea momentánea o ilusoria, nos obligue a mirar el mundo con un dejo de humildad. El teatro ha sido desacralizado. No somos tan importantes. Y eso es liberador

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